martes, 14 de junio de 2011

ESTELAS OTOÑALES


Y la hermosa muchacha llegó de un largo viaje. Llenos los ojos de lagos y de mares. Traía una maleta azul, chocolates, libros, flores y algún vestido. Paró su vuelo un momento: había muerto su abuelo. Había muerto aquel hombre elegante y gruñón, aquel hombre con corazón de oro, aquel abuelo del que ella era la niña de sus ojos: Belén.

Se dirigió al lujoso tanatorio. Detrás del cristal estaba su abuelo, amarillo y rígido. Pensó que su abuelo ya no estaba allí. Fijó sus hermosos ojos en él y al punto se le llenaron de lágrimas. La boca, de corte infantil y delicado, esbozó un mohín, semejante al puchero de un bebé, solo fue un momento. Lentamente volvió junto a su maleta, se colocó el abrigo y sus oscuras gafas y tras una breve despedida, desapareció.

Intenté despedirme de nuevo y salí al balcón, la llamé primero y le grité después, pero caminaba muy deprisa y el ruido de la maleta le impidió oírme. Deseé como nunca  huir de aquel lugar y de aquellos recuerdos. Deseé perderme en la niebla más densa o en el desierto más grande. Deseé escapar de aquel lugar y con lágrimas, y un punto de desesperación, en la mirada deseé como nunca seguir su estela, una estela casi azul, casi verde, casi trasparente, del color de los sueños y de una vida por vivir, una estela de esperanzas oliendo a rosas. Su estela.

viernes, 15 de abril de 2011

DULCE AGUA CLARA

Recuerdo el tiempo, que ahora me parece tan lejano, en el que conocí en la facultad de derecho de la autónoma de Madrid a dos hermanos, se llamaban Marisol y Gerardo, dos hermanos, buena gente, ella morena, guapa, vivaz y alegre, el triste y callado, mirando siempre a lo lejos, y con una hermosa voz de hombre culto y sensible. Fuimos muy amigos. No se que será de ellos, espero que les vaya bien. Recuerdo que tocaban la guitarra y que el muchacho componía dulces y bellas canciones de amor. Al recordar sus canciones, el alma se me llena de primavera y se inunda de olores mi corazón, olor a agua, a yerba, a árboles frondosos, a sueños, a una vida por vivir, el recuerdo de aquellos compañeros me entristece y alegra a la vez. Como ha pasado el tiempo.........TU SOL Y TINIEBLAS, TU NOCHE Y MAÑANA, POR MI TU LUNA BELLA POR MI DULCE AGUA UN HOMBRE QUE CAMINA POR EL MAR, DE HIERBA DULCE Y CLARA DE SU HOGAR..........EL MUNDO GIRA ALREDEDOR PERO EN SU MUNDO EL LABRADOR NO SE ESFUERZA POR CORRER, ANDA COMO EL CARACOL.  Solo vive para ver como gira el girasol, Dulce primavera, dulce amor, hay alguien que os espera en su rincón alguien que os adora con fervor como los girasoles que giran día y noche hacia el sol......sobran comas le faltan puntos las letras no las recuerdo con exactitud, pero así soy atropellada y vehemente con algunos recuerdos, la cuesta del Moyano, el instituto Isabel la Católica, mi alegría sin límites y mis ilusiones sin fronteras. En aquellos tiempos que bello era vivir.

lunes, 11 de abril de 2011

Momentos

Central Park. Manhattan. La Quinta avenida. La Bahía de San Francisco. Los lagos canadienses. Los bosques de abetos. El jarabe de arce. Los renos. Papá Noel. La nieve. Los tejados en navidad. Luces en la oscuridad. El mar del Norte. El Mediterráneo. Las montañas azules. El aire de Vermont. El baile de fin de curso. El vestido azul de verano. Un café en mi cocina con el sol entrando a raudales por la ventana. El viento de agosto arrastrando el perfume de los campos y llevándolos hasta mi ventana.  Mis libros. Personajes que yo he hecho mis amigos y que me han ayudado a caminar. Trozos de mi corazón esparcidos y felices viviendo de forma independiente en lugares ajenos a mí. El tiempo que no me perdona y hace que piense más y viva menos. Las ganas de volver atrás y llenar mi mochila de sol y nieve como aquellos viajeros que han pasado por mi casa. No pensar y marchar muy lejos. Hacer como decía la canción de Albano:  ........ marcharme y no quedarme aquí, vivir mi vida como quiero, ponerme solo mis blue jeans y en mi cabeza un sombrero.
Que así sea.

lunes, 28 de marzo de 2011

El maldito espéculo

Berta se levantó aquella mañana inquieta, había dormido mal, le dolía el estómago y no sabía que hacer.

La espera se le hacia corta y larga a la vez. Tenía muchas ganas de acabar con todo aquello y al mismo tiempo no quería pensar en ello. No era posible hacer las dos cosas al mismo tiempo, pensó que al día siguiente se armaría de valor, llamaría a su ginecólogo y pediría la temida cita.

No le importaba subirse el vestido y mostrar su intimidad. Lo que de verdad la aterrorizaba era cuando veía que sacaban un aparato de un plástico que a ella le parecía enorme y debía serlo, porque cuando lo introducían en su maltrecha vagina notaba un dolor agudo, como si le hubieran clavado un cuchillo de fina navaja. Apretaba los dientes y esperaba que aquello acabara cuanto antes.

Berta tomaba un relajante antes de ir a su gine. De otra forma, en vez de morir de un cáncer ginecológico, hubiera muerto de infarto. Luego cuando salía a la calle encendía un cigarrillo, que este año con las prohibiciones va a tener que fumar viendo deportivas de bebé en la tienda de al lado.

Con las piernas aún temblonas se dirigiría despacio a su querido hogar. Al olor del café recién hecho. Al sol entrando de lleno en su maravillosa cocina, su reino. A su salón, a sus fotos, a sus queridos libros. Parecía por su expresión que hubiera regresado de librar un duro combate.

Ahora tocaba esperar una semana, pendiente de cada llamada de teléfono. Cuando tienes que repetir la citología malo, tanto control, tanta información, vives casi pendiente de las revisiones que con la edad se hacen más frecuentes y numerosas.

Yo pediría que los instrumentos de tortura fueran más pequeños y menos molestos. Cuando eres joven todo lo es más, y también mas elástico, pero con la edad la vagina se atrofia y sus paredes por supuesto también puede que sea una cobarde y una exagerada que al resto de las mujeres no les ocurra lo mismo, pero el espéculo deberían de humanizarlo más. Que yo cuando lo veo, me encojo como un pobre animal se me agarrotan las piernas y apenas puedo pensar.

¡Algo más pequeñito y cómodo por favor!

jueves, 24 de marzo de 2011

Cerca del Mar del Norte

Llegó en Navidad, inundó mi casa con su blanca sonrisa, con su desorden de ropa, libros y algún perfume.

Desayunaba a la hora de comer y aprovechaba yo esa media hora para que me contara algo de su vida, en una ciudad cerca del mar del Norte.

Me hablaba de nieve, lluvia, frío y de una bicicleta azul, de un apartamento de cristal desde el que siempre veía el cielo y de su gato “Chispas”, el más leal de los compañeros.

Pasados unos días la maleta se llenó de orden, los libros ocuparon su lugar en el bolso y la muchacha voló de nuevo, lejos de una casa que ya no era la suya. Se fue, Dios sabe por cuanto tiempo, y la casa quedó a oscuras, muy fría. Entonces, la soledad se abalanzó sobre mí, dejándome sin fuerzas, casi muerta, y en el silencio un árbol de Navidad lloraba lágrimas de mil colores.

Ang. Ripley