miércoles, 21 de marzo de 2012

COMO EL SOL

Hace un año que no estás y parece mentira. Todo sigue igual. Los rosales no se han secado y el peral se ha llenado de frutos. En la fiesta la música se escuchó hasta la madrugada.

Mamá y yo hemos paseado por los  sitios de siempre. Hemos sentido el frescor de la noche en la terraza. Los aviones, como estrellas intermitentes, recorrían el cielo. Hasta vimos un meteorito, parecía un cometa con la cabeza de oro, desintegrándose en pequeños trozos hasta  desaparecer. El cielo diáfano y el aire puro.

Todo está igual, pero nada es lo mismo. ¡Te has ido tan lejos! Nada volverá a ser cómo antes, solo me consuela saber que ya no hay dolor, que respiras a pleno pulmón, que tus piernas de nuevo son ágiles y fuertes. Que puedes correr, reír, saltar, ...

Pero tú, que tanto nos querías, que lejos debes estar porque no te siento alrededor. ¡Que lejos!

Este viento de verano me visita todos los años y entona su himno bello. Lo espero y siempre acude a la cita.

Dime tú donde estás; como este viento recorreré tierra y mar y aunque solo sea por un momento poderte abrazar.

Tu hija

lunes, 9 de enero de 2012

DOS MUJERES EN EL PUERTO

En la escalera que conducía al puerto, dos mujeres se despedían. La una, pizpireta, de melena castaña y sonrisa permanente, depositó en la blanca mejilla de su amiga dos sonoros besos, y como un hada buena acarició su brazo con largos y bellos dedos. La maleta pequeña esperaba su turno.

La otra, la muchacha blanca y pálida le sonrió, y al instante su cara resplandeció. Eran dos jóvenes españolas, nadie diría al verlas que rozaban  la treintena, que ocupaban puestos de responsabilidad y que tenían cerebros notables. Me quedé mirándolas. El sol tacaño de aquella mañana, salió un momento y acaricio los dulces rostros.

La muchacha pizpireta, sin perder la sonrisa, cogió su maleta y desapareció escalera arriba.

La otra, la pálida, animado el rostro por la emoción, fue a reunirse con su madre. Se parecían. Durante unos instantes volvió el rostro para contemplar el río. Su mirada se perdió en las oscuras aguas y en el horizonte gris. Parecía ausente. Mientras las miradas, licuadas y gélidas de los teutones, se posaban en ella.