miércoles, 13 de noviembre de 2013

La terraza

Al atardecer acostumbraba yo a pasear por las callejuelas solitarias del miserable pueblo, y sin saberlo mis pasos me llevaban siempre allí, a aquella casa.
Una mujer ofrecía su rostro con devoción a un sol que se iba, este agradecido lo acariciaba y lo hacia refulgir en mil destellos. A veces me sorprendía mirándola y sonreía, sonreía de una forma que lo llenaba todo, lo llenaba de luces y sombras de fuego y de hielo. Pasado el momento sus ojos se movían  inquietos escudriñando las sombras que se acercaban, volvía  la cabeza y miraba más allá del horizonte, la expresión de su cara había cambiado y hasta sus ojos no parecían los mismos parecían de niebla,sobrecogido acelere el paso y me aleje de aquel lugar que parecía embrujado, la casa sumergida en las sombras y azotada por el viento parecía palpitar...........como sí estuviera viva.

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